No me importa la falta de luz y lo rápido que se hace de noche porque puedo estar mirando la luna llena desde mi habitación a las cinco y diecinueve de la tarde. Parece una tontería, y probablemente lo es, pero creo que este es el momento más bonito que he vivido en Suecia, y quizá también en cualquier otra parte. Yo, la luz de una lámpara de mesa, Moksha de Caspian sonando, un libro de poemas y la luna llena ahí, en la ventana, rodeada de oscuridad y nada más. No quiero dejarlo escapar, no quiero que termine nunca, quiero congelarlo y vivir para siempre en él, que no cambie nunca lo que siento ahora mismo. Estas cinco y diecinueve son la definición de felicidad, y no sé si cuando avance el reloj lo seguirán siendo, no sé si quiero arriesgarme a saberlo.
Suecia - 4.01.15