21 de noviembre de 2015

Qué movida no sentir y sentir demasiado y pasar de un estado a otro en cuestión de segundos o acostumbrarte a uno y que de repente no, todo cambie y te hablen de todas las desgracias del mundo, de niños muertos, de gente que pierde su casa, de que a no sé quién le ha dejado su novio y, pobre, está destrozada, y de que se te han declarado, «te quiero» te han dicho y tú has respondido que, bueno, que quizá tú también pero no, ahora no, dímelo otra vez mañana o la semana que viene o no me lo digas nunca, por favor, no lo hagas, que tú no sientes nada, que finges la empatía, que ni siquiera estabas prestando atención, que te vuelves a la cama. 

O escuchar una canción y querer morirte de lo mucho que echas de menos. A la persona que canta, a alguien a quien sólo has visto una vez en tu vida, en un autobús o paseando por Gran Vía o en La Central, comprando libros y quejándose de lo caro que es tomar un té allí. Echas de menos una farmacia a la que nunca entraste y corres a buscar vuelos porque, yo qué sé, ya que quieres huir a algún sitio al menos huye al sitio que crees que te va a salvar, porque recuerda que era el mismo en el que pensabas que todo iba a terminar, en el que sabías que si tenías que poner un fin –un the end, como en las películas– lo pondrías. 

Y piensas en la luz, qué diferente era allí, y en si ella, la chica que ha entrado en el vagón detrás de ti y que lleva una mochila como la tuya, piensas si será feliz, si será extranjera, si se bajará en tu misma estación y por favor, por favor, ojalá no esté triste nunca y puedas desear ser ella, aunque en realidad ya lo estás haciendo y ya no quieres saber la respuesta, total, para qué. Tampoco quieres saber la de él, que te ha escrito hace exactamente 17 minutos y tú le has contestado una tontería, como si no tuviera importancia, como si nada de lo que habéis estado hablando la tuviera, y sabes que sí la tiene –lo sabes porque alguien ha tenido que decírtelo– y mira, eres tonta, que vale la pena, fíjate en todo lo que ha hecho por ti, quién te va a querer así, eh.

Y quién le va a querer así a él, tan mal, tan sin ganas, tan pensando siempre en huir, tan culpable de todo y de absolutamente nada.