26 de septiembre de 2014

Malmö, Centralstation

A las 13:37 escuchando 10am Gare du Nord me di cuenta de que hablaba sobre mí. De que cada vez que Keaton Henson cantaba eso de please do not break my heart / I think it's had enough pain to last for the rest of my life me imaginaba a mí misma corriendo hasta tu puerta a decírtelo, evidentemente siendo incapaz de hacerlo en cuanto la abrieras.

Yo estaba en una habitación de paredes blancas, frente a un corcho prácticamente vacío excepto por una lista de una compra que había hecho semanas atrás y un papelito recordándome la fecha en que tenía que devolver un libro a la biblioteca. Era un libro de poesía que alguna vez leí sentada a tu lado y del cual otra persona me había leído en voz alta un poema. Entre sus páginas había visto lo diferente que era todo contigo, que tú me habías hecho perder el miedo a escribir directamente sobre alguien y que era la primera vez que tenía tantas ganas de gritar mi amor al mundo. Pero igual que yo sabía que en el umbral de tu puerta no sería capaz de pedirte que no me rompieras el corazón, nunca grité desde lo alto de ningún sitio lo mucho que te quería. Me convencí de que estaba haciendo algo mucho mejor, que era plasmarte en el papel, aunque aquello no podría tener más que un efecto a largo plazo, cuando dejara leer a alguien mis relatos, y para entonces ya sería demasiado tarde. 

Te quise traducir un montón de canciones que expresaban exactamente lo que yo sentía y que no era capaz de expresar en las palabras de un idioma que no era el mío. Y descubrí que todas esas letras tampoco significaban lo mismo traducidas a ese idioma, al menos en mis interpretaciones de insomne. Así que mientras tú dormías yo escuchaba una y otra vez tus canciones en busca de lo que quería decir y te llenaba la cama de flores y las regaba con lágrimas al pensar que nunca sabrías nada.

Un domingo, en la estación, viendo cómo te alejabas pedaleando y yo esperaba mi tren, me di cuenta de que en realidad ya te habías alejado hacía tiempo, o quizá nunca habíamos estado cerca. Aquel domingo yo no llevaba ningún libro de poemas en el bolso, ni Keaton Henson estaba cantando, ni los trenes hacían ruido al llegar ni la gente hablaba a mi alrededor. Yo sólo escuchaba el sonido de la cadena de tu bici y veía tus pies moviendo los pedales hasta que desapareciste entre los edificios. Y luego nada.